martes, 20 de agosto de 2019

"¿Quiere usted una papeletita?". Por Rubén Rondón Manzanero

     Cuántas veces habrán contestado (afirmativamente o no) a esta pregunta los feligreses, turistas, devotos o personas de cualquier ideología y/o tipología que durante el mes de septiembre giran su visita diaria, u ocasional, a la Santísima Virgen de la Luz accediendo al templo de San Mateo por su puerta principal… 

     Las veces no se las puedo contestar, pero el número de años consecutivos, sí: exactamente se cumplen treinta y uno en este mes que se avecina.

     Llamaba poderosamente mi atención la cantidad de años sucesivos que esta hermandad lleva instalando el puesto de venta de artículos de Nuestra Patrona durante las tres semanas que Ella se erige en el centro físico y espiritual de la ciudad con mayor énfasis. Según consta en los libros de actas, fue el 24 de agosto del año 1988 en reunión celebrada por la junta de gobierno, concretamente en el tercer punto del orden del día, cuando el tesorero de la corporación propuso realizar una rifa de un cuadro con la imagen de la Santísima Virgen de la Luz. Luego nos trasladamos a 1991 para encontrar las primeras referencias de ventas de artículos de recuerdo, con la pertinente aprobación de la Real y Pontificia Congregación. Y ya en el año 1995 comienzan a comercializarse los tradicionales almanaques que esta cofradía consiguió instaurar como elemento clásico del mes más tarifeño del año.

     A escasos días de inaugurar un nuevo septiembre, me parece oportuno traer a colación esta parte de la historia de la hermandad del Huerto. Porque también se hace historia con la actividad cotidiana; también se dota de contenido a la corporación con sus iniciativas, sin soslayar por supuesto los fines primordiales que dan sentido y origen a una hermandad. 

     Y esta parte de nuestra historia conecta intrínsecamente con el modo de financiación de la cofradía, que es el objeto primordial de este artículo. Siempre he defendido que una corporación debe ser autosuficiente en todos sus ámbitos, y por supuesto, en el económico. Pero he aquí el quid de la cuestión: las irrisorias cuotas de hermano (sí, irrisorias) no son suficientes para mantener la actividad de la cofradía. Y esto es un mal endémico de las hermandades de Tarifa, exceptuando la de la Patrona. La localidad cuenta con hermandades pequeñas -si medimos su tamaño por nómina de hermanos, no por actividad o por devoción de sus titulares-, y con doce euros anuales no hay corporación que sobreviva ni consiga cumplir con solvencia con sus fines, ni cultuales ni de caridad.

     ¿No sería lo ideal, y recomendable para los oficiales de una junta de gobierno, que las cuotas de hermano sufragaran al menos la salida en procesión de la hermandad? Pues en esta hermandad, y creo que en otras muchas, eso es una quimera. Se evitarían en cierto modo los ingentes esfuerzos que hay que realizar para llevar a buen puerto una estación de penitencia, o a cumplir las expectativas que se le presuponen a una hermandad en asuntos de caridad, o a dedicarse con mayor empeño al fomento de la devoción de los Titulares, entre otras cosas. No me negarán que el trabajo que 
desempeñan, en líneas generales, las juntas de gobierno supone un hándicap a la hora de completar las mismas cuando llegan los períodos electorales… Creo que sería interesante una reflexión profunda sobre este hecho.

     Del mismo modo, y valga como otro ejemplo, las exiguas nóminas de hermanos con sus minúsculas cuotas casi no llegan a cubrir la actividad ordinaria de la cofradía si la misma dispone de casa de hermandad. Algo tan habitual y necesario para el desarrollo de la vida de la cofradía, en esta ciudad se torna inviable por las cuestiones antes citadas.

     Es por ello que las distintas juntas de gobierno tienen que recurrir a la realización de eventos dispares que ni tan siquiera están relacionados con la actividad de una corporación nazarena con tal de adquirir los fondos necesarios para responder con garantía a todos sus fines. Hay varias formas de colaborar con una hermandad, y acudiendo a los actos organizados por las mismas o, como es el caso que nos atañe, comprando artículos de recuerdo o papeletas o acudiendo a realizar algún turno en el puesto de venta se tornan primordiales para la consecución de los objetivos que se plantean con la actividad propuesta.

     Todo lo expuesto tiene una doble lectura y análisis pero no son objeto de opinión en este artículo. Creo que la autocrítica continua, no en el sentido negativo del término, y el autoconocimiento y el conocimiento del medio donde se desenvuelve la corporación son primordiales para su supervivencia. Mencionaba la autosuficiencia para la consecución de los fines, y si esta no se logra con acciones alternativas o complementarias a la actividad natural de una hermandad, en Tarifa es imposible.  




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